El 21 de agosto de 1966, se abatió sobre Tucumán una de las más oscuras tempestades, lanzada desde Buenos Aires por el gobierno del dictador Juan Carlos Onganía.
Once Ingenios azucareros cerraron sus puertas, dejando a miles de familias de la Provincia sin el sustento diario, y lo que motivó una inmigración masiva de tucumanos hacia otros lares, provocando desarraigo y pobreza.
Santa Lucía, Santa Ana, San José, San Antonio, San Ramón, Los Ralos, Nueva Baviera, Esperanza, Mercedes, Amalia y Lastenia fueron los establecimientos que de un mortal estiletazo del gobierno de facto, dejaron de funcionar.
Al cumplirse 54 años de aquel hecho, el ministro de Desarrollo Social, Gabriel Yedlin, rememoró las trágicas consecuencias que trajo para Tucumán aquella decisión dictatorial.
Acompañado por el subsecretario de la Unidad Ejecutora de Programas y Proyectos Sociales, Guillermo Socolsky y la coordinadora Susana Robles, el ministro optó por rememorar el aciago momento, con una reflexión en el Ingenio Cultural, multiespacio que incluye un sector dedicado a la memoria, a través de murales y símbolos culturales relacionados con la industria azucarera de antaño.
Al respecto, Yedlin señaló que “el 21 de agosto de 1966, durante la dictadura de Onganía, un decreto firmado en Buenos Aires, determinó el cierre de once ingenios, lo que representó una de las catástrofes sociales más importantes en Tucumán.
“Fue el inicio de un proceso de cierre de industrias en la Argentina en general”, reseñó.
Aludió que “hoy queremos recordar esta fecha, reinterpretarla, en un moento donde no hay dictadura en la región pero hay otros modelos de presión y de sometimiento de derechas, en la región y también partidos políticos con estas idas en la Argentina.
Finalmente, Yedlin citó al escritor Yuval Harari. “Se estudia el pasado para cambiar el futuro”, concluyó.
Por su parte, Socolsky dijo que “es una fecha muy sentida y triste para los tucumanos y el país, y con el acompañamiento del gobernador Juan Manzur y el ministro Yedlin estamos haciendo un espacio de memoria que sirvan para lo simbólico, para que los hijos y nietos de los trabajadores de los ingenios despedidos en ese momento, cuenten un lugar donde formarse, aprender un oficio, conseguir trabajo y poder quedarse en la Provincia”.
Recordó que “fue un decreto presidencial, firmado en Buenos Aires, sin tener en cuenta la realidad de los tucumanos y la situación productiva de la Provincia, que cerró de un día para el otro 11 ingenios y ha dejado a más de 50 mil tucumanos sin trabajo e indirectamente casi a 300 mil, lo que ha hecho que un tercio de la población tucumana tuviera que emigrar y muchos de ellos están poblando el Gran Buenos Aires y los conurbanos de las grandes ciudades”.
“Para nosotros es importante tener un aprendizaje de lo que ha pasado y reflexionamos sobre las decisiones que se tienen que tomar más federalmente, con un proyecto de país productivo, y no solo de la mano de la especulación financiera y de otros procesos de generación de riqueza que no generan trabajo; hay que tener en cuenta la realidades locales y provinciales”, señaló.
Luego contó sobre algunas obras alusivas en el Ingenio Cultural: “En un mural, que montamos hace dos años, hicimos un sencillo homenaje con una historieta sobre el perro familiar; también una obra de Ilda Guerrero de Molina , una mujer luchadora que fue asesinada en la protesta por el cierre”.
“Es un día que nos obliga a pensar en un futuro mejor”, concluyó Socolsky.
En tanto, Robles manifestó que “desde el Ministerio de Desarrollo Social, y asociando a la idea de lo que significa conceptualmente el Ingenio como una posibilidad de reinventarnos, hemos desarrollado este dispositivo, llamado como homenaje, Ingenio Cultural”.
Contó que “tiene como objetivo, distribuir los bienes culturales con un sentido de equidad, de tal manera que toda la población de Tucumán pueda crecer a través de nuevas capacitaciones y fortalecimientos de su economía. Creemos que es una manera de posicionar a Tucumán para generar nuevas oportunidades culturales y de formación”.
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