Maradona cambió la historia del fútbol argentino desde fines de la década del ’70 y se transformó en el deportista más prestigioso de todos los tiempos.
En el fútbol ocupó el olimpo de la historia junto al brasileño Pelé y, más en la actualidad, aunque con resistencia por parte del ambiente, con su compatriota Lionel Messi.
Diego, nacido el 30 de octubre de 1960, debutó en Primera División con la camiseta de Argentinos Juniors con apenas 15 años y tres años después se consagró campeón mundial juvenil en Japón, dirigido por César Luis Menotti, a quien reconocía como el DT más importante en su vida.
Diego era un niño de 10 años cuando viajó en dos colectivos desde Villa Fiorito al barrio de La Paternal, junto a su amigo Goyo Carrizo, para probarse en Argentinos Juniors. Francis Cornejo, su célebre descubridor, coordinaba las prácticas de las categorías infantiles y decidió incorporarlo a un conjunto categoría ’60 que se preparaba para jugar los Juegos Nacionales Evita.
Como los equipos no podían inscribirse con el nombre de la institución, ese grupo de niños fue denominado Los Cebollitas porque en su mayoría eran de una contextura física pequeña.
Maradona resaltó por sus notables condiciones futbolísticas y Los Cebollitas fueron campeones en el ’74 de un torneo que también disputó Marcelo Tinelli, por entonces defensor de la formación que presentaba el club San Telmo.
El equipo de Diego hizo historia en el fútbol amateur: estuvo 136 partidos invicto y se ganó el derecho a realizar giras por Sudamérica por el sorprendente juego que desplegaba en la cancha.
20 años: El final con Argentinos y el inicio del romance con Boca
Al cumplir 20 años, Maradona ya era campeón mundial juvenil (Japón ’79) y máxima figura del fútbol argentino por el brillo de su campaña en Argentinos Juniors.
Cuatro años después de su ingreso a Los Cebollitas, Diego se incorporó a las divisiones juveniles del club de La Paternal para competir en los torneos de AFA y diez días antes de soplar las 16 velitas tuvo su debut en Primera División en un partido ante Talleres de Córdoba.
Con la camiseta del «Bicho» fue máximo goleador de los torneos Metropolitano 1978, Metropolitano y Nacional 1979, Metropolitano y Nacional 1980.
En ese último campeonato, la tarde del 9 de noviembre, Diego protagonizó un partido de leyenda cuando le anotó cuatro goles a Hugo Orlando Gatti en la victoria de Argentinos sobre Boca (5-3) en cancha de Vélez.
El «Loco» había tocado el orgullo del astro en la semana previa cuando le sugirió cuidar el físico por su tendencia a «ser gordito».
A partir de febrero de 1981, el Diez se convirtió en compañero del arquero, al firmar contrato con Boca, club con el que ganó el Campeonato Metropolitano de ese año antes de dar el salto al Barcelona de España (1982-1984), donde se reencontró con el «Flaco».
30 años: El último título y el primer doping
Los 30 años de Maradona combinaron la gloria del último título en su ciclo como futbolista con el infierno del primer caso de doping de su carrera, que puso fin a su etapa en el Nápoles de Italia.
En esos años alcanzó la cumbre de su brillante carrera, tanto en Nápoles de Italia (1984-1991) como en el seleccionado mayor, con el que se coronó campeón mundial en México ’86, siendo capitán.
El partido con Inglaterra, por los cuartos de final de esa Copa de Mundo, lo transformó en leyenda para siempre. Argentina se impuso 2-1 con dos tantos propios de antología.
«La Mano de Dios», anotado con un puñetazo ante la carga del arquero Peter Shilton, y el gol de todos los tiempos, concretado con un slalom a pura habilidad desde la mitad de la cancha hasta el área mayor.
Meses después del subcampeonato en el Mundial Italia ’90, Diego coronó la Supercopa de Italia, cuarto título con el club napolitano, tras golear 5-1 a la Juventus de Roberto Baggio y Salvatore Schillaci en el estadio San Paolo.
Al momento de ese festejo, el astro no imaginaba que un semestre después, ya con 30 años cumplidos, recibiría una noticia lapidaria: el positivo de su control de doping correspondiente al partido que Nápoles le ganó a Bari 1-0 por la 25ta. del campeonato italiano, el 17 de marzo de 1991.
Las drogas también le pusieron fin a su gloriosa etapa en Nápoles, donde es adorado como un Dios. Diego condujo a ese club del humilde sur italiano a la gloria deportiva con la conquista de dos Scudettos, una Copa Italia, una Supercopa de Italia y una Copa de la UEFA.
La Federación Italiana le impuso una sanción de 15 meses y la FIFA extendió la inhabilitación a toda su jurisdicción.
En abril de ese año, Maradona regresó a Argentina y a los pocos días un allanamiento policial lo sorprendió con drogas en un departamento del barrio porteño de Caballito.
40 años: Desintoxicación en Cuba y experiencia como manager de Almagro
Camino a su cuarta década de vida, Diego continuó su carrera en Sevilla de España (1992-93) bajo la conducción de Carlos Bilardo, técnico con el que se consagró campeón.
En 1993 retornó al fútbol argentino para una breve etapa por Newell’s Old Boys de Rosario y luego volvió a Boca para ponerle fin a su carrera en 1997. Su partido despedida fue en La Bombonera en 2001 cuando dejó una frase célebre («la pelota no se mancha» como reconocimiento a todos los errores cometidos en su carrera).
Jugó el Mundial de Estados Unidos ’94 y volvió a recibir una sanción por doping; hizo su primera experiencia como director técnico en Mandiyú de Corrientes y Racing Club y también completó su etapa de jugador en Boca Juniors.
Estando definitivamente retirado del fútbol, puso su vida por primera vez en riesgo cuando una sobredosis le provocó una crisis cardíaca en Punta del Este, en el verano de 2000. El Diez se instaló en la clínica La Pradera de Cuba para encarar un tratamiento de rehabilitación y a días de cumplir 40 años regresó al país por una propuesta del club Almagro para ejercer el cargo de manager.
Las críticas hacia su compromiso estuvieron presentes desde el vamos porque Diego faltó al primer partido con Racing en cancha de Ferro, que marcaba el debut de los dos técnicos que había elegido: sus amigos José Luis Brown y Héctor Enrique.
50 años: Un dolor de Selección
Maradona palpitaba el medio siglo de vida cuando soportó una de las frustraciones más dolorosas de su vida deportiva: la tormentosa salida del banco de suplentes del seleccionado argentino.
Diego había iniciado antes su experiencia como técnico (Deportivo Mandiyú de Corrientes y Racing), aunque su momento más trascedente en ese rol lo vivió con el seleccionado argentino en el Mundial Sudáfrica 2010, del que marchó eliminado en cuartos de final con goleada de Alemania (4-0) en cuartos de final era todavía herida abierta al momento que el presidente de la AFA, Julio Grondona, le planteó modificaciones del grupo de trabajo no aceptadas por el astro.
«Grondona me mintió y Bilardo me traicionó», denunció Diego tras ser echado del seleccionado argentino, al que dirigió 24 partidos con un balance de 18 victorias y seis derrotas, una de ellas, la catastrófica goleada 1-6 ante Bolivia en La Paz.
El «Narigón» Bilardo era el director general de Selecciones Nacionales y Maradona no le perdonó la escasa incidencia para garantizar su continuidad en el cargo.
60 años: Su vuelta al fútbol argentino en Gimnasia
Después dirigió en Al Wasl (2011-12) y Al-Fujairah de Emiratos Árabes (2017-18), Dorados de Sinaloa (2018-19) y Gimnasia y Esgrima La Plata, club que le volvió a abrir las puertas del fútbol argentino el año pasado.
El astro asumió la banca «tripera» en septiembre del año pasado con la difícil tarea de mantener al equipo en Primera División, lo que terminó garantizado luego por la suspensión de los descensos debido a la pandemia de coronavirus.
Desde que se decretó la emergencia sanitaria, el Diez permaneció la mayor parte del tiempo en su nueva casa de la ciudad de La Plata por su delicado estado de salud y la gestión del plantel quedó a cargo de sus principales colaboradores: Sebastián Méndez y Adrián González.
Diego festejó el pasado 30 de octubre sus 60 años de vida en ejercicio de la dirección técnica de Gimnasia, club que le dio la posibilidad de revincularse con el fútbol argentino casi una década después de su salida del seleccionado.
En ejercicio de esa función, Diego sufrió la última descompensación de salud que motivó su internación a principios de mes.
Talentoso, corajudo, rebelde, leal, popular, antisistema y argentino hasta la médula, Diego le puso fin a su maravillosa historia hoy, 25 de noviembre, mismo día que se despidió su amigo Fidel Castro. Su leyenda vivirá por siempre en los corazones «albicelestes» a través de todas las generaciones.
Diego Maradona jugó en seis equipos sumando 528 partidos y 312 goles
Diego Armando Maradona vistió la casaca de seis equipos en su notable historia como futbolista, tres entidades argentinas (Argentinos Juniors, Boca Juniors y Newell’s Old Boys) y tres del exterior (Barcelona y Sevilla de España y Napoli de Italia), sumando 528 encuentros y convirtiendo 312 tantos.
Debutó con la casaca de Argentinos Juniors en el estadio del barrio porteño de La Paternal, el 20 de octubre de 1976 en un cotejo del «Bicho» ante Talleres, que ganó 1-0 con Juan Carlos Montes como entrenador.
El último encuentro que jugó con la casaca de un club lo protagonizó en Boca Juniors, el 27 de octubre de 1997 en el estadio Monumental, cinco días antes de cumplir 37 años, con triunfo Xeneize ante River por 2 a 1.
El primer gol lo marcó jugando para Argentinos el 14 de noviembre de 1976, en el Estadio General San Martín, por la undécima fecha del Torneo Nacional a San Lorenzo de Mar del Plata. Fue 5-2 y el arquero vencido fue Rubén Lucangioli.
Finalmente, el 14 de septiembre de 1997 Diego marcó su último gol en la Bombonera ante Newells’ Old Boys. Fue de tiro penal ante Sergio Goycocha y el triunfo boquense se concretó por 2 a 1.
En cuanto a los títulos conseguidos por Maradona en los equipos que tuvieron el placer de contar con el cómo jugador fueron los siguientes:
+ Boca Juniors (1): Metropolitano 1981.
+ Barcelona (3): Copa de Rey 1982/1983, Copa de España 1983 y Supercopa de España 1983
+ Nápoles (5): Serie A, Torneo italiano en 1986/987 y 1989/1990 Copa Italia 1986/1987 y Supercopa de Italia 1990 y la Copa UEFA 1988/1989.
Los números de Maradona jugando en los seis equipos son los siguientes:
+) Argentina
Argentinos Juniors (1976/1980) 116 partidos 116 tantos
Boca Juniors (1981 y 1995/1997) 71 partidos 35 tantos
Newell’s Old Boys (1993) 5 partidos 0 tantos
182 partidos 151 tantos
+) Exterior
Barcelona (España) (1982/1984) 58 partidos 38 tantos
Nápoles (Italia) (1984/1991) 259 partidos 115 tantos
Sevilla (España) (1992/1993) 29 partidos 8 tantos
346 partidos 161 tantos
Diego y un idilio eterno con Boca que tuvo su génesis en el equipo campeón del Metro del ’81
Diego Armando Maradona comenzó a transitar su romance eterno con Boca Juniors el 15 de agosto de 1981, cuando se consagró campeón del torneo Metropolitano como emblema de un equipo sólido y por momentos vistoso, en el que sobresalió como genio y figura.
Esa formación campeona, dirigida por otra leyenda «Xeneize» que partió este año, Silvio Marzolini, significó para el astro su único título en el fútbol doméstico y lo logró un puñado de meses después de haber llegado a Boca proveniente de Argentinos Juniors, en un pase récord para la época de 10 millones de dólares.
Maradona se adueñó de la escena desde la primera vez que pisó «La Bombonera», cuando acaparó los flashes vestido con la camiseta número ’10’ con los colores azul y oro, el 22 de febrero de 1981, y se puso al hombro un equipo del cual fue el «ancho de espadas», y que tenía en Miguel Angel Brindisi al socio ideal para diagramar una fiesta en cada presentación, con figuras que aceptaron su rol secundario, subyugadas por su enorme figura.
La llegada de Diego puso en su máxima ebullición el ‘mundo Boca’ y cada domingo en cualquier cancha del país la feligresía Xeneize armaba una verdadera fiesta con una canción que tronaba fuerte: «Lo queríaBarcelona, lo quería River Plate, pero Diego vino a Boca, porque gallina no es».
Ese Boca tenía a Diego como estandarte (como lo sería después en cada club en el que estuvo) pese a sus jóvenes 20 años en un plantel con jugadores de la categoría del «Loco» Gatti, el «Tano» Pernía, Roberto Mouzo, Oscar Ruggeri, años después su ladero en la gesta de Argentina en México ’86, al igual que Marcelo Trobbiani, el «Chino» Benítez, el «Mono» Perotti, autor del gol más importante del campeonato, y el «Pichi» Escudero, entre otros destacados.
De ese plantel, Diego conformó con Brindisi, llegado desde Huracán, una de las mejores sociedades de toda su brillante carrera.
Es que el talento de Brindisi se complementaba a la perfección con la magia de Diego y ese tándem de gambetas y goles fue un cóctel que permitió a Boca encaminarse al título no sin pasar algunos sobresaltos en el camino.
El inicio fue con un cómodo triunfo sobre Talleres por 4-1 (con los dos penales de Diego y dos excelsas definiciones de Brindisi), luego un empate con Instituto (2-2) y un éxito en Parque de los Patricios ante Huracán (2-0).
Boca se apoderó del primer puesto y lideraba casi con puntaje casi ideal de 11 unidades sobre 12 posibles, pero comenzó a sufrir cuando Diego se desgarró, se ausentó durante un par de partidos, un poco para cuidarlo y otro para que puede estar en las giras del equipo al exterior que ayudaban a recaudar dinero para poder pagar su pase a Argentinos y mantener a las demás figuras.
El romance con el pueblo de Boca se consolidó con el recordado 3-0 sobre River, en una Bombonera repleta, durante una fría y lluviosa noche de abril.
Brindisi anotó los dos primeros goles, y Diego rubricó con una genialidad, tras dejar gateando al «Pato» Fillol para luego tocar suave a la red, y desatar el delirio del público que generó una avalancha en la tribuna local, la que ocupa la «12».
En el inicio de la segunda rueda, dos tropiezos (en Córdoba ante Talleres y en Santa Fe frente a Unión), más algunos puntos cedidos, permitieron el acercamiento de Ferro, conducido por el Maestro Carlos Timoteo Griguol, que lo acechaba sin tregua.
El dilema recién se dilucidó cuando Ferro visitó «La Bombonera» y Boca le ganó la pulseada con un gol anotado por Perotti tras un pase magistral de Diego que definió el partido del campeonato, ya que el equipo de Marzolini estiró a tres puntos su ventaja en la época en la que se otorgaban dos unidades por partido ganado.
Con tres puntos sobre cuatro en disputa, el título estaba ahí, al alcance de la mano, pero Boca tropezó en Rosario ante Central y como un designio del destino estiró la definición hasta la última fecha, en «La Bombonera», ante Racing.
Un penal convertido por Maradona apenas comenzado el partido puso a Boca arriba en el marcador, y sobre el final empató Racing, hasta que llegó el pitazo del árbitro Abel Gnecco que desató la algarabía.
Diego festejó junto al pueblo «Xeneize» y seis meses después, luego del Mundial de España 1982, se marchó al Barcelona para seguir construyendo su camino hacia la cima del mundo.
El astro, fallecido de manera repentina a los 60 años, fue venerado cada vez que pisó La Bombonera, ya sea como futbolista en su segunda etapa en el club, o cuando acudía como hincha a su palco, o también esa última vez, el 7 de marzo pasado, cuando la pisó como DT de Gimnasia, recibió una estruendosa ovación y al final fue testigo de una vuelta olímpica más del club de sus amores.
Maradona y su idilio con el seleccionado concretado en títulos de Japón y México
Diego Armando Maradona amó a la casaca del seleccionado más que ninguna y se dio el lujo de ganar dos copas del mundo vistiendo la celeste y blanca, con el Sub20 en el Mundial de Japón en 1979, con la dirección técnica de César Luis Menotti, y con la mayor, alcanzando la gloria al elevar la Copa del Mundo en el estadio Azteca en México 1986, con Carlos Bilardo como entrenador.
Maradona jugó en el seleccionado Sub-20 entre 1977 y 1979, participando de torneos amistosos, el Sudamericano de Montevideo, en donde fue subcampeón, y el mundial de Japón venciendo en la final a Unión Soviética por 3 a 1.
En ese Mundial, en el cual el astro hizo madrugar a gran parte de los argentinos, Maradona tuvo como compañeros, entre otros, a Ramón Díaz, Juan Barbas, Gabriel Calderón, Juan Simón, y en el cual el «Pibe de Fiorito» fue Balón de Oro (el mejor jugador del certamen) y Botín de Plata (segundo goleador con seis tantos, dos menos que el riojano Díaz).
En el seleccionado mayor el mágico zurdo debutó en el estadio de Boca Juniors en el cotejo que Argentina le ganó a Hungría por 5 a 1, el 27 de febrero de 1997, ingresando en el equipo que dirigía Menotti reemplazando a Leopoldo Jacinto Luque a los 20 minutos del segundo tiempo.
Pasaron 91 partidos y 34 goles hasta que llegó la despedida, dolorosa y casi sin darse cuenta, le dijo adiós al seleccionado cuando en la Copa del Mundo de Estados Unidos en 1994 Argentina le ganó a Nigeria por 2 a 1 con dos tantos de Claudio Paul Caniggia, el 25 de junio en el Foxboro Stadium de Boston.
Tras ese partido, cuando en medio del festejo por la victoria se fue al control antidoping de la mano la enfermera Sue Ellen Carpenter, Diego le dijo, sin saberlo, hasta siempre a esa amada casaca.
Después la historia es sabida, la efedrina, el doping positivo, su salida del mundial por la puerta de atrás y el eterno «me cortaron las piernas».
Diego jugó con Argentina cuatro Copas del Mundo, España 1982, México 1986, Italia 1990 y Estados Unidos 1994, totalizando 21 encuentros y gritó ocho goles, siendo campeón en México y Subcampeón en Italia.
Maradona festejó otro título el 24 de febrero de 1993 cuando ganó la Copa Artemio Franchi en el estadio José María Minella de Mar del Plata.
Argentina Campeón de América jugó ante Dinamarca Campeón de Europa igualaron 1 a 1 y los dirigidos por Alfio Basile vencieron en la definición con remates desde el punto penal y Diego marcó el primero de ese triunfo 5-4.
También jugó para Argentina en tres Copa América y nunca pudo ganarla, estando presente en 1979 (sin sede única), 1987 (en Argentina) y 1989 (Brasil) sumando 12 encuentros y convirtiendo cuatro tantos.
Su primer gol con la casaca argentina lo convirtió el 2 de junio de 1979 frente a Escocia en Glasgow, en el Hampden Park (3-1) al arquero Alan Rough. Era el equipo que dirigía Menotti y que era campeón del mundo, ese mundial en el que Diego no participó porque el entrenador decidió que aún no estaba pleno para jugarlo.
Su último gol lo señaló ante Grecia, en el debut de Estados Unidos 1994, por 4-0 en el Foxboro Stadium el 21 de junio, al arquero Antonis Minou.
Goles de Maradona en los seleccionados argentinos:
+) Sub-20: 25 cotejos y 14 goles
+) Seleccionado Mayor: 91 partidos y 34 tantos.
Títulos: Campeón Mundial sub-20 Japón 1979, Campeón Mundial 1986 y campeón de la Copa Artemio Franchi 1993, en Mar del Plata.
Diego, el héroe de México ’86, el símbolo del fútbol argentino de todos los tiempos
Diego Armando Maradona no solo fue el mejor jugador de la historia, fue el capitán y el símbolo del seleccionado argentino que alcanzó su mayor momento de gloria en México ’86 y quedó instalado en el Olimpo del fútbol mundial.
Diego fue tan grande que no solo fue el mejor entre los mejores, fue el alma de cualquier equipo que integró y alcanzó en el seleccionado argentino su máxima expresión.
Diego agotó cualquier adjetivo sobre su condición de futbolista, pero además tuvo un coraje y un temple sin par que lo llevó a ser el líder del seleccionado que ganó el Mundial Juvenil Japón ’79, el extraordinario campeón de México ’86, el épico subcampeón de Italia ’90 y el Mesías que volvió para clasificar a Argentina al Mundial de Estados Unidos ’94, donde le «cortaron las piernas» pero no pudieron mellar su espíritu.
Diego fue primer violín y director de orquesta al mismo tiempo, por eso fue único y quizás irrepetible. Por eso su legado en un fútbol que ya no será el mismo sin él.
Su idilio con la pelota comenzó en sus primeros años de vida en los potreros de Villa Fiorito y su idilio con la selección empezó un 27 de febrero de 1977 cuando César Luis Menotti lo hizo ingresar por Leopoldo Luque en su tan amada Bombonera, a los 20 minutos del segundo tiempo de un amistoso en el que Argentina goleó 5 a 1 a Hungría.
Bastaron escasos minutos para comprobar que el chiquilín que asombraba en Argentinos Juniors desde su debut en Primera el 20 de octubre de 1976 iba a marcar un hito en el fútbol mundial. En apenas cuatro meses, del primer nivel local a codearse con los futuros campeones del Mundial ’78 en Argentina.
Le quedó el sabor amargo de no jugarlo porque Menotti quiso preservarlo por su corta edad, pero tuvo su revancha al año siguiente cuando Argentina ganó el Mundial Juvenil de Japón ’79, con un inolvidable equipo en el que también estuvieron Juan Simón, Juan Barbas, Ramón Díaz y Gabriel Calderón, futuros compañeros en la selección mayor.
Un equipo que ganó, goleó y gustó, un equipo que hizo madrugar a un país para mirar por televisión los partidos desde la lejana Tokio, en una época oscura para la democracia.
Poco antes había marcado su primer gol en el seleccionado albiceleste ante Escocia, en Glasgow, partido que Argentina ganó 3 a 1 y que fue el último de una gira que también comprendió partidos con Holanda, Italia e Irlanda.
Por entonces Daniel Passarella era el capitán y el símbolo del seleccionado, pero ya la figura de Maradona comenzaba a crecer, no solo en la parte futbolística sino en su gravitación dentro de un grupo que reunía a los mayores campeones del ’78 y los juveniles triunfantes en el ’79.
Las giras previas al Mundial de España ’82 auguraban un gran éxito, pero el seleccionado no tuvo un buen comienzo y decepcionó. Perdió con Bélgica en el debut y aunque clasificó para la ronda final fue superado por Italia, partido recordado por la férrea marca que soportó por parte de Claudio Gentile, y por Brasil, en un partido en el que Diego terminó siendo expulsado por una patada producto de la impotencia.
La derrota produjo un cambio de timón, Carlos Salvador Bilardo sucedió como entrenador a Menotti, según Diego el mejor que tuvo en su carrera, y desde allí emergió su liderazgo dentro y fuera de la cancha. Y el camino a a las grandes conquistas.
El primer ciclo de Bilardo fue inversamente proporcional al anterior de Menotti, arrancó muy mal y terminó con la mayor conquista del fútbol argentino en más 100 años de historia: el Mundial de México ’86.
Y fue tan floja la producción de ese equipo, que estuvo al borde de jugar un repechaje en la clasificación en 1985, salvado por una corajeada de Passarella y el gol de Gareca, que a pocas semanas del campeonato peligro la continuidad de Bilardo.
Pero la mano firme de Julio Grondona como titular de la AFA y el deseo de revancha de Diego y un grupo acostumbrado a los golpes lo impidió.
Así, impensadamente para muchos, se llegó a la gloria del campeonato mundial, con un discreto paso en la zona de grupos y una gran producción a partir de octavos de final, dejando en el camino a Uruguay, Inglaterra, Bélgica y la poderosa Alemania en el partido cumbre, con su pase magistral y el gol de Burruchaga a poco del final.
Fue el Mundial que consagró al nuevo rey del fútbol y el de los recuerdos imborrables de «la mano de Dios» o el «gol del siglo» a los ingleses.
Con ese reinado siguieron las giras internacionales y el subcampeonato de Italia ’90, un torneo en el que Diego fue golpeado a mansalva, al punto que mandó a confeccionar unos botines especiales para jugar la final, otra vez con Alemania, ya que tenía los tobillos tan inflamados que no calzaban en los habituales.
Fue el Mundial de los penales atajados por Sergio Goycochea, el de la semi con Italia en el San Paolo, con la ciudad de Nápoles a favor a su ídolo, y el del partido decisivo perdido con los alemanes, con un equipo diezmado por las lesiones y la suspensión de Claudio Caniggia, y un discutible penal a poco del final.
Fue también el momento de una pausa con la selección. El nuevo ciclo encabezado por Alfio Basile arrancó con el brillo de la obtención de dos Copa América, ’91 y ’93 pero desbarrancó con la fallida clasificación para Estados Unidos ’94 y el repechaje con Australia.
La necesidad obligó a su retorno y Diego volvió, tras su suspensión de 15 meses por doping, para enderezar el barco y llevar al seleccionado al lugar que por jerarquía siempre debe ocupar: el de protagonista del fútbol mundial.
Ya con 34 años y un cuerpo minado por los excesos, Diego realizó una preparación especial para su último gran desafío: su cuarto Mundial.
Acompañado por figuras como Claudio Caniggia, Gabriel Batistuta y Fernando Redondo, entre otros, comandó un equipo que se puso el traje de candidatocon triunfos ante Grecia y Nigeria, pero otro control antidopaje, en la tarde de Boston tras jugar con los africanos y la extraña imagen de ser acompañado por una enfermera desde el mismo campo de juego, significó su adiós con la camiseta argentina.
El «me cortaron las piernas» en conferencia de prensa fue la síntesis de la impiadosa e inmerecida despedida del mejor de la historia en la selección nacional.
Una selección que amó como nadie, de la que siempre fue hincha y a la que volvió para dirigirla en el Mundial de Sudáfrica 2010 con la ambición de lograr el título y el deseo íntimo de que Lionel Messi continuará con su legado.
Se fue Diego, el mejor de los mejores, el que alegró y emocionó a millones de argentinos, el que aceptó sus errores como terrenal y recordó que «la pelota no se mancha», la misma que lo llorara eternamente.