Alejandro Sabella, quien falleció hoy a los 66 años, fue un jugador de enorme calidad técnica y, como entrenador, un gran formador que conquistó la Copa Libertadores de América con Estudiantes de La Plata en 2009, estuvo al borde de la hazaña en el Mundial de Clubes de ese año ante Barcelona, campeón con el «Pincha» en 2010 y llevó a la Selección argentina a una final mundialista tras 28 años.
Habilidoso, el típico «10» zurdo, se inició en las inferiores de River Plate y debutó en Primera en 1974, donde jugó 118 partidos y marcó cuatro goles.
Eclipsado por la figura de ese momento, Norberto Alonso, en 1978 fue transferido a Sheffield United, en aquel momento en la Tercera División de Inglaterra; y luego pasó a Leeds United, de la Primera.
En diciembre de 1981 llegó a Estudiantes de La Plata, donde estuvo hasta 1987, con un breve paso por Gremio de Porto Alegre en 1985.
Del equipo platense se fue a Ferro y terminó su carrera en Irapuato de México, en 1989.
Sabella jugó 438 partidos en su carrera y anotó 33 goles.
Su gran amistad con Daniel Passarella en su paso por River lo llevó a ser su ayudante de campo en ese club, junto a Américo Rubén Gallego, y luego también en la selección argentina en las eliminatorias y Mundial de Francia ’98, la selección uruguaya, Parma de Italia, Monterrey de México, Corinthians de Brasil y nuevamente River.
Lanzado Passarella hacia la presidencia de River, Sabella inició su trayectoria como técnico en Estudiantes en 2009, para lograr ese año la Copa Libertadores y perder en tiempo extra el Mundial de Clubes ante el Barcelona de Lionel Messi. En 2010 obtuvo con Estudiantes el Torneo Apertura.
Al año siguiente asumió como entrenador de la selección argentina, tras la salida de Sergio Batista luego de una pálida Copa América jugada en casa.
Tras lograr el primer lugar en las Eliminatorias Sudamericanas llegó a la final del Mundial 2014, tras 28 años.
En agosto de 2018 fue declarado visitante ilustre en la Universidad Nacional de La Plata.
«Las adversidades forman parte de nuestro camino y nos obligan a ser mejores. Y no se olviden nunca de dos palabras que son fundamentales: por favor y muchas gracias», dijo en aquel reconocimiento en la casa de altos estudios a profesores y estudiantes.
Sabella, un noble maestro del fútbol
Alejandro Sabella fue un futbolista destacado y un director técnico que dio la talla en el alto nivel, pero acaso su sello distintivo abreve en una certeza hecha pública por sus afectos más cercanos: que antes que otra cosa se trató de un hombre bueno, demasiado bueno para el impiadoso mundo del fútbol profesional.
“Alejandro es del fútbol, pero no parece del fútbol”, supo observar Claudio Gugnali, amigo íntimo de Sabella y uno de los ayudantes de campo del cuerpo técnico que llevó a la Selección Nacional a jugar la final del Mundial de Brasil.
He ahí, en ese partido decisivo perdido versus Alemania el 13 de julio de 2014 en el Maracaná de Río de Janeiro, donde escribió su última página como entrenador quien antes había llevado a Estudiantes de La Plata a la conquista de su cuarta Copa Libertadores y a la final del Mundial Clubes perdida en tiempo adicional con el notable Barcelona de Pep Guardiola, en diciembre de 2009 en Abu Dhabi.
Cinco, nada más que cinco fueron los años de Sabella como director técnico principal, por cuanto durante un tiempo prolongado se había contentado con el rol de auxiliar calificado de su amigo Daniel Passarella.
Con Passarella había estrechado un vínculo indeleble hacia 1975 cuando ambos formaban parte del plantel de River Plate que de la mano de Angel Labruna cortó una sequía de 18 años sin vueltas olímpicas.
Sabella, apodado “Pachorra” en sus épocas de futbolista, fue el dueño de una estilográfica zurda de las que en la jerga tribunera definen a quien lleva la pelota “atada”.
Nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 5 de noviembre de 1954, se crió en el corazón de Palermo, cerca de la Basílica de Guadalupe, y tras sendos intentos fallidos en Racing y en Boca, club del que era hincha, recaló en las divisiones menores de River y más temprano que tarde sobresalió y despuntó como una de las joyas de la casa.
Pudo haber sido abogado y abandonó la carrera, fantaseó con estudiar medicina y con la militancia política en los convulsionados años setenta, pero a la sombra del extraordinario “Beto” Alonso prosperó en River y se constituyó en un lujoso suplente, hasta que en en 1978 fue transferido al Sheffield United de la tercera división de Inglaterra y en 1980 al Leeds United.
En 1982 su trayectoria futbolística experimentó un giro igual de insospechado que de virtuoso.
Convocado por Carlos Salvador Bilardo a impulsar un salto de calidad a un gran Estudiantes en ciernes, alcanzó su madurez, brilló en compañía de los también talentosos Marcelo Trobbiani y José Daniel Ponce y se convirtió en una pieza esencial en el campeón del Metropolitano de 1982 y del Nacional de 1983.
Tales actuaciones destacadas redundaron en algunas convocatorias a la Selección, pero con la camiseta albiceleste no le fue demasiado bien: “recuerdo de una manera especial el día que compartí un entrenamiento con Diego Maradona. Hizo cosas tan increíbles que tuve la sensación de no saber jugar al fútbol”.
A la Selección volverá dos décadas después, pero antes persistió en Estudiantes de La Plata, su lugar en el mundo, y pasó por el Gremio de Porto Alegre, Ferro Carril Oeste e Irapuato de México.
Tras colgar los botines fue asistente de Passarella, en cuya condición lo acompañó en Parma, Monterrey, Corinthians, River y las selecciones nacionales de la Argentina y de Uruguay.
Después llevó a Estudiantes a las altas cumbres, pero ya como entrenador principal y en el Mundial de Brasil rozó la epopeya al frente de la Selección Argentina que cayó con Alemania en tiempo suplementario.
En aquellos días supo subrayar de un modo pleno que amén de haber sido un muy buen jugador, y con independencia de sus dotes de estratega, era un pedagogo y un maestro.
Varios de sus dirigidos hoy recuerdan con emoción las charlas técnicas previas a los partidos con Serbia e Irán, cuando inculcó un supremo respeto hacia los adversarios y abundó acerca de la guerra de los Balcanes y la tradición de la cultura persa.
Ese fue Alejandro Sabella.
Jugador, asistente y DT: los equipos por los que pasó Sabella
Alejandro Sabella, fallecido hoy a los 66 años edad, comenzó su carrera como futbolista en River Plate y terminó en Irapuato, de México, en tanto como entrenador tuvo solamente dos camisetas: la de Estudiantes de La Plata y la de la Selección Argentina.
La carrera de «Pachorra» fue la siguiente:
Como jugador: River Plate (1974-1978); Sheffield United de Inglaterra (1978-1980); Leeds United de Inglaterra (1980-1981); Estudiantes de La Plata (1982-1984 y 1986-1987); Gremio de Porto Alegre, Brasil (1985-1986); Ferro Carril Oeste (1987-1988); Irapuato, de México (1988-1989).
Como asistente técnico de Daniel Passarella: River Plate (1989-1994); Selección Argentina (1994-1998); Selección de Uruguay (2000-2001); Parma, de Italia (2001); Monterrey, de México (2002-2003); Corinthians, de Brasil (2005); River Plate (2006-2007).
Como director técnico: Estudiantes de La Plata (2009-2011); Selección Argentina (2011-2’014).