La categoría de Mejor Actor protagónico de los premios Oscar es una de las más disputadas de la gala del próximo domingo, con Brendan Fraser como favorito por su conmovedora interpretación de un recluido profesor de literatura con obesidad mórbida en «La ballena» seguido muy cerca por Austin Butler, que con su personificación biográfica de Elvis en la cinta homónima se llevó elogios generalizados.
Fraser lleva la delantera en las casas de apuestas online para hacerse con el galardón, con un Butler que le pisa los talones, mientras que otros indicadores relevantes para arriesgar pronósticos están algo divididos: el intérprete de «La ballena» se impuso en la premiación del Sindicato de Actores pero quien encarnó a Elvis Presley se llevó las estatuillas en las galas de los Globos de Oro y los Bafta británicos.
Otro factor que podría resultar gravitante en términos de pronósticos es identificar cuál de todas las interpretaciones ternadas abona más al insaciable compromiso de la Academia de Hollywood con la corrección política y lo que consideran que les suma puntos por diversidad o promuevan los «causismos» motivados por el clima de época.
En ese sentido, considerando que los contendientes son blancos heterosexuales estadounidenses y de las Islas británicas, el punto de largada es el mismo para todos y el único factor que podría colarse para sumar puntos progresistas es la temática que orbita alrededor de «La ballena», a partir de la reciente incorporación del activismo gordo al listado de casilleros por la diversidad, en el caso que la Academia considere que la película no se trata sobre una enfermedad terminal y sí sobre aquello y juzgue que la aproximación no es «gordofóbica».
La cuestión es que la cinta del siempre controversial Darren Aronofsky que acercó a Fraser a su nominación trata la temática no como algo positivo o como un tópico de la denominada diversidad corporal, sino que traza un relato de una enfermedad que anticipa un final trágico desde su primera secuencia y presenta ese caso de obesidad mórbida como un suicidio lento, de la misma manera en que Nicolas Cage ganó su Oscar en 1995 por interpretar a un alcohólico en «Adiós a Las Vegas» sin que nadie se quejara de que se estaba estigmatizando el consumo de alcohol.
Es por esa representación de una discapacidad que algunos críticos fustigaron la película aunque, en rigor, «La ballena» trata sobre obesidad mórbida y no sobre gordura o patrones de belleza.
Otra objeción menos atinada fue cuestionar que se usara un traje prostético y trabajo de maquillaje para representar a un obeso mórbido en lugar de usar un actor con obesidad mórbida.
Sobre ese estrafalario punto, Aronofsky aclaró lo obvio: «Los actores han usado maquillaje y prótesis desde los inicios de la actuación: son sus herramientas. Y la dimensión de lo que hicimos en ese ámbito nunca se vio.
Los obesos son generalmente retratados como malignos o remate de un chiste y quisimos crear un personaje plenamente trabajado que tiene malas y buenas partes. Las críticas no tienen sentido; Brendan Fraser es el indicado para este rol y la película es un ejercicio de empatía».
Lo cierto es que, incluso esos detractores no señalaron aversión por la versátil actuación de Fraser sino por la aproximación de la cinta, ya que el actor que fuera uno de los máximos sex symbols de Hollywood cerca del cambio de milenio deja con «La ballena» una interpretación que no muchos se animaron a horadar.
En el caso del otro favorito, Butler, su composición del rey del rock and roll resultó exhaustiva y en todo momento creíble en la destacada producción del australiano Baz Luhrmann.
«Trabajé mucho, fueron dos años completos de mi vida, como una obsesión, traté de ir manejando distintos aspectos como el cambio en su voz y dar con esos tonos que marcaban momentos distintos de su vida para llegar a la profunda y verdadera naturaleza humana de Elvis», destacó Butler.
La preparación del rol también implicó estudiar cuantiosas horas de videos inéditos que la producción le fue acercando de presentaciones y entrevistas de Presley en televisión.
El tercer aspirante al Oscar en términos de chances es el irlandés Colin Farrell por su papel en «Los espíritus de la isla», del británico Martin McDonagh, en el que encarna a un hombre simple y despreocupado cuyo mejor amigo decide cortar el vínculo de manera repentina.
Siendo la primera nominación de su carrera en estos galardones, Farrell ya se llevó un Globo de Oro por su rol como actor en el rubro de Comedia, pero en una categoría en la que no compitió con sus contendientes del domingo próximo.
Sacando lo mejor de su química actoral, la dupla que conforma Farrell con Brendan Gleeson comparte el día a día de la ficticia y tranquila isla de Inisherin entre cervezas y anécdotas intrascendentes mientras desde la costa se ven los bombazos que estallan durante la Guerra Civil irlandesa en los años 20.
Desde su papel, Farrell conjuga su faceta cómica y sus dotes dramáticas en un mismo personaje que, a la vez, desespera y provoca cariño con su inocencia y logra transmitir la humanidad de un hombre ordinario y golpeado no sólo por el distanciamiento de su amigo sino por el complejo de sentirse inferior a los demás.
Por otra parte, Paul Mescal, compatriota de Farrell, se mete entre los nominados con una gran actuación que merecería ser premiada en «Aftersun», la ópera prima de la escocesa Charlotte Wells, que solo obtuvo esa mención en la ceremonia de los Oscar a pesar de haber tenido méritos para anotarse en más rubros.
Probablemente una de las mejores películas del año pasado, la producción independiente que maneja con destreza un estilo experimental y muy cálido cuenta la historia de un abnegado y amoroso padre separado que se va de vacaciones a principios de los 2000 con su hija de 11 años a Turquía.
Para preparar el rol, el actor de 27 años pasó tiempo en un complejo vacacional con su coprotagonista, Frankie Corio, para desarrollar una dinámica auténtica de padre e hija, considerando el sentido significado autobiográfico que tiene la cinta para Wells, también guionista de la historia.
Por último, el actor británico Bill Nighy, de 73 años, se cuela en la terna gracias a su composición del burócrata Williams en el drama británico «Living», de Oliver Hermanus.
Ambientado en Londres, la remake de «Vivir» (1952), de Akira Kurosawa, describe el modo en que un hombre gris decide transitar la noticia de que padece una enfermedad mortal en una ciudad en reconstrucción tras la Segunda Guerra. (Télam)