Hace 18 años, el 8 de septiembre de 2002, y mediante las clásicas placas rojas de Crónica TV, los argentinos se enteraban de que había perdido la vida de manera trágica una estrella de la movida tropical de 20 años que, para muchos, era algo más que el discípulo de Rodrigo y de Carlos “La Mona” Jiménez. En medio de la noche, los fans y los móviles de televisión comenzaron a rodear el hotel, ubicado en la calle Estados Unidos, entre la sorpresa y las lágrimas.
“Dale que te quemo, dale que te quemo”. Eso repetía Walter Olmos junto a sus músicos con una pistola Bersa calibre 22 en la mano. Se la había regalado un amigo catamarqueño como él. Sonreía como un niño grande: para el cantante no se trataba más que de un juego.
Estaban en un modesto hotel del barrio porteño de San Cristóbal a punto de salir para los tres shows que debían dar esa noche en Quilmes, Berazategui y La Plata.
Si bien la causa judicial cerró el caso con la carátula de “suicidio”. Aún hoy, a 18 años del fatídico 8 de septiembre de 2002, hay personas que creen que se trató de un accidente. Según reveló Pepe Gozalo, reconocido mánager de Rodrigo y de Olmos, se trató de un juego.
“Murió jugando con un revólver. Le habían regalado un arma en Catamarca y la trajo a Buenos Aires. El arma era un calibre .22 y la bala era de .38. Tantas veces la gatilló, que bueno… se gastó la bala”, declaró el empresario. Y agregó: “Lo peor es que antes de ponérsela en la cabeza, le había gatillado a tres músicos. Estaba en su habitación comiendo pizza antes de salir a trabajar. Jugando con el arma, pum, pum, pum. ‘¡Para, loco!’, le dijeron. ‘No pasa nada’, respondió. Se la puso en la cabeza, pum, y salió. Una cosa terrible. Estaba comiendo pizza con los músicos”.
La vida del cantante no había sido nada fácil. La pobreza, el hambre y el frío eran parte de su cotidianeidad y en más de una oportunidad salió a robar comida, porque a su mamá no le alcanzaba el dinero para darle de comer a él y a sus hermanos. Y encontró en la música una forma de salir adelante y tener acceso a todo lo que la vida le había negado.
Con 16 años comenzó a cantar en locales de San Fernando del Valle de Catamarca y dos años más tarde lanzó su primer disco, “A pura sangre”, con el que se hizo conocido en la movida tropical. Con más de 150 mil discos vendidos fue apodado “La locomotora catamarqueña”, sus canciones sonaban en todos lados y Rodrigo, su ídolo, lo tomó como ahijado.