El 16 de septiembre de 1976 a menos de seis meses de la instalación de la última dictadura argentina, la represión ilegal marcó una herida indeleble en la historia argentina. En “La Noche de los Lápices”, tal como se denominó, la Dictadura Militar –comandada por el jefe de la Policía Bonaerense, coronel Ramón Camps, secundado por el comisario Miguel Etchecolatz– estaba haciendo estragos en la ciudad de La Plata y uno de sus focos eran los estudiantes universitarios y secundarios, secuestró a diez estudiantes platenses, en su mayoría militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios.
Desde finales de la década de los ’60, la Universidad Nacional de La Plata y sus colegios secundarios habían sido centros de intensa actividad política, con una gran participación de docentes y estudiantes en las agrupaciones de izquierda y de la tendencia revolucionaria del peronismo.
Entre el 9 y el 21 de septiembre, los grupos de tareas secuestraron a diez estudiantes de colegios secundarios de ciudad, militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y de la Juventud Guevarista, en un hecho que quedó escrito con sangre en la historia argentina reciente como «La noche de los lápices». Por la noche del 16, cuando perpetraron la mayoría de los secuestros.
Este suceso fue uno de los más conocidos entre los actos de represión cometidos por la última dictadura cívico-militar argentina (1976-1983), ya que los desaparecidos eran estudiantes, en su mayoría adolescentes menores de 18 años.
La CONADEP, estableció que la Policía bonaerense había preparado un operativo de escarmiento para los que habían participado de la campaña por el boleto estudiantil, considerada por las Fuerzas Armadas como “subversión en las escuelas”.
De los diez secuestrados, María Claudia Falcone, María Clara Ciochini, Horacio Ungaro, Claudio de Acha, Daniel Racero y Francisco Muntaner continúan desaparecidos, mientras que Emilce Moler, Pablo Díaz, Gustavo Calotti y Patricia Miranda fueron finalmente «blanqueados» por la dictadura y quedaron a disposición del PEN, como la dictadura catalogaba a los presos políticos sin proceso.
Durante su secuestro, los jóvenes fueron sometidos a torturas y vejámenes en distintos centros clandestinos, entre ellos el Pozo de Arana, el Pozo de Banfield, la Brigada de Investigaciones de Quilmes y la Brigada de Avellaneda.
La Noche de los Lápices constituye uno de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado.
En reconocimiento a la lucha de este grupo de jóvenes militantes desparecidos se conmemora cada 16 de septiembre, desde el 2006, el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios, un homenaje para que “los lápices sigan escribiendo”.
Además, se determinó que septiembre sea declarado Mes de la Juventud.