Belén, la joven tucumana que estuvo injustamente presa por un aborto espontáneo, pidió a legisladoras y legisladores nacionales que «piensen en las mujeres que sufren» para que ninguna «tenga que pasar» por lo que ella pasó y confió en que «ahora sí tendremos ley» en relación al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo que comienza a tratarse mañana en sesión de Diputados.
«No suelo hablar por teléfono con periodistas» dice, pero en la charla con la agencia Télam se la escucha tranquila, se permite reír y cree «que ahora sí, vamos a tener ley».
En noviembre del año pasado, el entonces presidente electo Alberto Fernández le había prometido a Belén que enviaría el proyecto al Congreso.
Fue durante la presentación del libro ‘Somos Belén’, que cuenta su historia, escrito por Ana Correa, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
«El momento en que lo vi entrar fue muy emotivo. Después fuimos a un salón y me abrazó, me pidió perdón. Yo temblaba. Me sentí cuidada por él. Me prometió que enviaría el proyecto, y cumplió», relata.
Fernández le pidió perdón porque la justicia tucumana la había condenado a ocho años de prisión, de los cuales cumplió casi tres, luego de ser denunciada por un médico, en 2014, cuando llegó a un hospital con un aborto espontáneo.
La abogada feminista Soledad Deza la conoció en el penal, se transformó en su nueva defensora, logró que la situación sea bandera de movimientos de mujeres y feministas nacionales e internacionales y que la Corte Suprema de Tucumán la absolviera.
Ella habla todo el tiempo de «lo que me pasó» y repite que «ninguna mujer debería pasar por esto».
Belén salió de su casa con su mamá, fueron al hospital y de allí a la cárcel, donde quedó detenida hasta 2017.
Por eso, pide «a las diputadas y senadoras que se pongan en lugar de las mujeres; a cualquiera nos puede pasar lo que me pasó a mí, que piensen en las mujeres que las rodean: hijas, sobrinas, amigas que pueden pasar por esas situaciones. Que aprieten el botón verde».
» Y a los diputados y senadores que piensen, que piensen en el sufrimiento de cada mujer», añade.
Su identidad no se conoce públicamente. Belén es el nombre que eligieron ella y su abogada para protegerla «sobre todo, de la condena social», reconoce.
Esa realidad y el acoso de cierto periodismo local hizo que decidiera mudarse a Buenos Aires y que vuelva poco a su provincia.
«En cuatro años, sólo fui dos veces. Extraño mucho, pero todavía tengo bronca», comparte.
Y sigue: «No puedo olvidar que un medio publicó mi foto y nombre completo y el expediente, que buscaban información de mi familia, que tenía un periodista de televisión en la esquina de mi casa».
Para protegerla, cuando salió del penal, Deza y las mujeres que la esperaron usaron máscaras blancas, que se convirtieron en un emblema para visibilizar la situación de mujeres presas por abortar.
«La máscara quedó en Tucumán. Acá, en el pequeño ‘palacio’ que armé en Buenos Aires, tengo el pañuelo verde, el buzo fucsia con brillos que usé cuando salí del penal, la foto con el Presidente y algunas de las tantas cartas que me mandaron desde distintos lugares del mundo», dice risueña, por la referencia a la pequeña vivienda que habita.
A ella le gustaría «ayudar a otras mujeres» que pasaron por su misma situación, pero no está preparada todavía: «Las heridas están abiertas, de a poco se van cerrando. Los dedos acusadores en el hospital cuando llegué, los ocho policías en la sala viendo mis partes íntimas, el ginecólogo que me maltrataba…lleva tiempo. Es muy injusto todo», recordó.
«Estoy ansiosa por el inicio del debate, pero tengo fe que va a salir la ley. No tenemos que esperar más. Van a seguir muriendo mujeres por la clandestinidad, sobre todo las más vulnerables, los abortos seguirán ocurriendo y habrá médicos acusándonos, denunciándonos», afirmó.
Belén espera volver a ver al Presidente para «agradecerle que haya presentado el proyecto».
Esta mujer, de 33 años, lo que más anhela es «ser libre del todo. Y no tener miedo. Para eso, necesitamos la ley». (Télam)