El Día Mundial del Dulce de Leche se celebra desde 1998 con una puntual intención de marketing. Si hacemos un recuento de inventos, cosas o productos argentinos que trascendieron fronteras podemos hacer una lista interminable con verdaderos pesos pesados como el colectivo, la birome, las huellas digitales, el magiclick, la jeringa descartable, el sifón de soda, el bypass, etc y sin embargo no encontraremos este manjar.
No lo sabemos a ciencia cierta, pero nos encanta atribuirnos cosas. Lo cierto es que a nivel alimentario el planeta (o parte de él) nos relaciona tanto con el asado (que tampoco es argentino), como con el dulce de leche.
Pese a lo que se cree en el imaginario colectivo argentino, el origen del dulce de leche estaría en Indonesia, que luego pasó a Filipinas, alrededor del siglo VI. Al ser conquistada ésta por la corona de España, el manjar comenzó a ser conocido en toda Europa, para luego llegar a América.
A instancias de la firma del pacto de Cañuelas, Juan Manuel de Rosas recibiría en su estancia a Juan Lavalle. Este último fue el primero en llegar, y cansado, se recostó en el catre de Rosas y quedó dormido.
En la cocina se encontraba la criada preparando la lechada para acompañar el mate, y al encontrar a la visita durmiendo dio inmediato aviso a los guardias, momento en que llegó Rosas y se pudo subsanar cualquier mal entendido. Lo que no se pudo subsanar fue la lechada, ya que al volver la cocinera encontró una sustancia espesa y de color marrón, que Rosas no tuvo reparo alguno en probar. Tras agradarle tanto el resultado del olvido, la tarde finalmente se dio entre mates y la reciente preparación.
En el ADN cultural argentino, quizás una de las empresas más particulares de lácteos fue La Martona, allí intelectuales como Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares escribieron algunos textos publicitarios contratados por una agencia publicitaria y hasta el mismo Julio Cortázar definió al Río de la Plata como «el río color dulce de leche La Martona».
No hay nada más rico que el dulce de leche. Gratifica. Asegura un momento intenso de placer cuando lo saboreamos en una tostada de pan casero recién hecho o como complemento de un budín de pan. Cada tanto un gusto no hace mal, ¿verdad?